No llevábamos caminada una hora
desde la parada cuando unos gritos nos alertaron, descolgamos los fusiles de
nuestros hombros y nos dirigimos al lugar de donde provenían aquellos alaridos.
A lo lejos pudimos apreciar a un hombre que yacía en el suelo junto al cadáver
de un caballo, el hombre se retorcía y gritaba.
-¡No te muevas! ¡Si tienes algún
arma tirala al suelo o dispararemos!-Ordené seguro sin dejar de apuntar al
hombre.
Una segunda figura apareció desde
una pequeña arboleda, avanzaba lentamente bamboleándose aproximándose al hombre
que en el suelo gritaba y trataba de alejarse arrastrándose y gimiendo.
-¡Tú el que está de pie!-Grité firme
mientras con una seña indiqué al pelotón que esperara mi orden.
Lejos de obedecer el segundo hombre
se abalanzó sobre el que yacía en el suelo antes de que un disparo hiciera
saltar su cabeza en mil pedazos. Me acerqué con la bayoneta calada y aparté con
el pie el cadáver del segundo hombre, ahora sin cabeza, bajo este se encontraba
en el suelo gimoteando un hombre flacucho con una poblada barba y abundantes
entradas.
-¿Estás bien?-Pregunté mientras
seguía sosteniendo el rifle con ambas manos.
El hombre parecía no haber oído mis
palabras, seguía temblando y pude ver que la pierna le sangraba profusamente.
Una segunda voz sonó a mi espalda.
-¡Cerdo te ha hecho una
pregunta!-Dijo uno de los soldados amagando con soltarle un culatazo.
Finalmente el hombre alzó la cabeza
y pareció reaccionar, su boca se movió pronunciando unas palabras con
debilidad.
-Han sido ellos...los caminantes.
-¿De qué hablas?-Pregunté confuso.
-Yo y mi hijo habíamos ido a esa
aldea, está a un par de horas de camino, pero lo que vimos allí...-La cara del
hombre mostraba terror.
-¿Te refieres a una aldea que se
sitúa a orillas del río Urik? Allí es donde nos dirigimos.
-¡No vayáis a ese lugar, es el
infierno!-Exclamó el hombre sacando fuerzas para gritar.
-¿No pensarás hacer caso a las supersticiones
de un loco?-Preguntó Chapayev amenazante.
-¡Déjale hablar!-Ordené enfadado,
luego me agaché hacia el hombre.-¿Cuéntame lo que pasó allí?
-Mi hijo y yo llegamos a la aldea,
queríamos comerciar con algunas mercancías...-El hombre hizo una pausa.-en
realidad somos contrabandistas. La aldea estaba desierta, gritamos para llamar
la atención y empezamos a temer que hubiera algún tipo de emboscada militar,
pese a que nos habían dicho que la zona era segura. Llegamos a una plazoleta y
entonces...
El hombre hizo una pausa como si no
pudiera seguir articulando las palabras, observé la herida que tenía en la
pierna, transmitía un brillo verdoso, lo que achaqué a la infección. El hombre
suspiró y continuó hablando.
-Allí había dos o tres cuerpos
descuartizados, como roídos por alimañas, una pequeña se encontraba tendida
sobre uno de ellos y mi hijo se acercó preguntando qué había pasado.-El hombre
comenzó a palidecer.-La niña levantó la cabeza y vimos un rostro que no era
humano, tenía la tez de un color grisáceo y tenía los ojos en blanco, babeaba y
le faltaba parte de una mejilla. Entonces se dirigió a mi hijo emitiendo un
desagradable gruñido.-El hombre comenzó a sollozar.-Se lanzó al cuello de mi
pobre Vlad y luego más de esos seres comenzaron a llegar, conseguí montar en
uno de los caballos y abandoné el lugar, no sin que antes uno de esos seres me
mordiera en la pierna.
-¿Pero qué eran?-Preguntó uno de
los soldados más jóvenes.
-No lo sé, parecían venidos del
infierno...
-¿Vas a creerte los delirios de un
contrabandista?-Me espetó Chapayev con chulería.
-¡Ten un poco de respeto por tu
superior!-Intercedió Vassili apartando al díscolo soldado.
-Aranovsky creo que tienes algo de
idea de medicina, atiende a este hombre.-Ordené a uno de los soldados luego señalé
a uno de los chicos más jóvenes diciendo.-Tú ayudale, el resto venir conmigo
discutiremos sobre lo que hacer.
Los dos chicos se ocuparon mientras
el resto nos apartamos un poco para discutir sobre el plan de acción que
debíamos tomar.
-Ese hombre ha dicho lo mismo que
aquel anciano anoche.-Dije dirigiéndome al pelotón, pude ver que la mayoría de
los chicos parecía desconcertados, incluso asustados.
-¿Piensas creerte todas esas
historias de fantasmas?-Preguntó Chapayev burlándose.
-Solamente digo que hay algo
extraño entorno a esa aldea.
-Deberíamos volver, pedir
refuerzos.-Dijo uno de los soldados con voz temblorosa.
-¿Queréis desobedecer las órdenes
del Major Pushkin?-Cuestionó Chapayev.-Nos ordenará fusilar y sus balas son
reales.
-No sabemos a lo que nos
enfrentamos, quizás nos haría falta algo de apoyo.-Respondí en voz alta.
Chapayev se dirigió hacia mí
aguantándome la mirada y luego gritó a sus compañeros.
-¡Quizás deberíamos fusilar
nosotros a quienes desobedecen las órdenes del Major!
Vi como Vassili se llevaba la mano
a la pistola 'Tokarev' que llevaba en el cinto, cuando un grito nos sobresaltó
a todos, provenía de donde estaban tratando al hombre herido. Descolgué mi
rifle del hombro y salí corriendo, el hombre herido estaba ahora de pie con los
ojos en blanco, su piel había adquirido un color grisáceo y tenía la boca llena
de sangre. A sus pies uno de los chicos que le estaban tratando sufría
espasmos, el hombre le había arrancado la garganta, mientras el otro chico se
alejaba temeroso con la mano ensangrentada. Propiné tres o cuatro bayonetazos
al hombre en el pecho pero este no parecía sentirlo, finalmente clavé la
bayoneta en cráneo del hombre y con este inmovilizado apreté el gatillo, la
cabeza del hombre estalló en mil pedazos.
Un segundo disparo sonó a mi
espalda y pude ver como Chapayev sostenía su pistola aún humeante frente al
cadáver del chico al quién habían arrancado la garganta.
-Ese chico ya estaba
muerto.-Murmulló.
A nuestro alrededor se agolpaban el
resto de los soldados, el otro chico que había sufrido el ataque gritaba de
dolor, el hombre le había arrancado dos dedos de un mordisco, todos nos
encontrábamos confundidos y aterrados.
-¿Qué es lo que ha pasado?-Grité al
chico al que aplicaban un torniquete para evitar que siguiera sangrando.
-No lo sé, el hombre parecía muerto
cuando abrió los ojos.-Su voz denotaba terror.-Tenía un aspecto horripilante y
me arrancó los dedos de un mordisco, luego atacó a Aranovsky...ya lo habéis
visto.
-¡El viejo tenía razón esos seres
pertenecen al infierno!-Gritó uno de los soldados presa del pánico mientras
otros comenzaron a gritar apoyándole.
-¡Que no cunda el pánico!-Grité
dando un disparo al aire.-¡Iremos a esa aldea y descubriremos que coño pasa!
-Tovarishches, el Sargento tiene
razón, cumplimos órdenes. Todo tendrá una explicación.
Quien habló fue Chapayev y los
soldados acabaron secundándole, aunque tengo que reconocer que ninguno de
nosotros estaba realmente convencido de aquello. Las escasas horas de marcha
hacia la aldea se hicieron eternas, sumidas en el más completo silencio,
solamente interrumpido por los quejidos del soldado herido que sufría terribles
dolores. Vassili me expresó su temor por que el herido se convirtiera en una de
aquellas bestias, algo compartido por gran parte del grupo, pero nadie quería
ser el primero en tomar la decisión de ejecutar a un compañero. El camino
transcurría por medio de una inmensa planicie solamente salpicada por pequeñas
agrupaciones de árboles y por alguna que otra granja abandonada. Cuando ya
había comenzado a oscurecer observamos a lo lejos una pequeña colina bajo la
cual discurría un río, encima del promontorio se podía ver una agrupación de
casas, entre las que destacaba el campanario de una iglesia semiderruida, la
visión de aquel lugar siempre inundará mis pesadillas.
Descolgamos nuestros fusiles con
las bayonetas caladas para entrar en la aldea, el sonido del río al fluir
constituía una tétrica banda sonora para aquel lugar de pesadilla. No se veía
un alma y la luz empezaba a escasear, un poco apartado pudimos ver un caserón
presidido por una enorme bandera soviética descolorida por la lluvia, decidí
que pasaríamos la noche en aquel lugar, escalofríos recorren mi cuerpo al
recordar lo que pasó aquella noche.
El lugar se encontraba desierto y
sobre las mesas todavía se observaban platos sin recoger, un olor a podredumbre
inundaba todo el lugar, nos aseguramos de que el piso de abajo estuviera
desierto y atrancamos la puerta para estar seguros. A aquellas alturas el
soldado herido ya se encontraba en una especie de letargo, invadido por
temblores y delirios, se encontraba apartado acurrucado junto a la chimenea
cuyas crepitantes llamas otorgaban una misteriosa luz. Fue entonces cuando uno
de los soldados más jóvenes, Evgeny Zaruvin, rompió el silencio.
-¿Qué pretendéis hacer con él
tovarishches?-Preguntó el muchacho señalando al herido.
-Habrá que esperar a que se
cure.-Respondió sombrío otro de mis hombres, que era amigo del herido.
-No puedo estar tranquilo pensando
que puede convertirse en una de esas bestias.-Dijo agitado Zaruvin.
Algunos de los soldados
respondieron con comentarios de apoyo al joven lo que le envalentonó y sacando
un cuchillo de caza se exclamó.
-¡Si no os atrevéis a hacerlo, lo
haré yo!
Vi como el otro hombre buscó a
tientas su pistola y entonces me levanté interponiéndome entre Zaruvin y el
herido.
-Le ataremos si así os sentís más
seguros, pero no derramaremos la sangre de un compañero basándonos en
suposiciones.-Busqué con la mirada a Chapayev, que se había convertido en un
inesperado aliado, y le ordené que atara al herido.
Comimos un improvisado potaje con
unas patatas y un par de nabos que teníamos, no era gran cosa pero era la
primera comida caliente que tomábamos en todo el día. El silencio solamente era
interrumpido por el crepitar el las llamas y los aullidos de los lobos, yo
apuraba un poco de vodka deseando despertar de aquella terrible pesadilla.
-Parece que está muerto, ha dejado
de temblar.-Comentó Vassili mientras señalaba el cuerpo inerte del soldado
herido.
Me levanté sacando la pistola del
cinto y me acerqué sigilosamente al cuerpo sin dejar de apuntar. Fue entonces
cuando el hombre se empezó a retorcer levanté y pude observar su rostro que ya
no era humano, profirió un sonoro aullido mientras se arrastraba en mi dirección.
-¡No gastes balas con este!-Exclamó
Vassili mientras cogía una barra metálica que había junto a la chimenea para
clavarla en la cabeza de aquel ser.
Pude observar como la vida se
esfumaba de aquel ser, el cuerpo sufrió una serie de espasmos antes de pararse
para siempre. En ese momento unas quejidos se escucharon desde la parte de
arriba de la casa, ¿era posible que aquellos caminantes hubieran entrado en
nuestro refugio?. Nos quedamos mirando los unos a los otros, como queriendo
cerciorarnos de que no estábamos soñando, Chapayev caló la bayoneta en su fusil
y subió arriba junto a otro soldado.
Todos sacamos nuestras armas y
esperamos, podía ver terror en los rostros de mis compañeros, como seguramente
ellos lo veían en el mio. Oímos un par de disparos y Vassili se dirigió
corriendo hacia la escalera, cuando oímos la voz de Chapayev.
-¡Abrid la puerta, tenemos que
salir de aquí, hay demasiados!
Un par de disparos más y un grito
nos pusieron en marcha y comenzamos a arrancar los maderos que atrancaban la
puerta. Chapayev y Vassili bajaron junto a nosotros disparando hacia la
escalera, lo que hizo a un par de aquella bestias caer fulminadas junto a
nosotros, el otro soldado no estaba con ellos pero no nos hizo falta preguntar
que había pasado.
En el exterior la oscuridad era
absoluta, uno de los soldados encendió un farolillo que nos ayudó a avanzar a
tientas a lo largo de la aldea, solamente quedábamos seis de los diez que
partimos de Irkutsk. Llegamos a una extraña plazoleta donde destacaba el
siniestro campanario junto las ruinas de lo que había sido una Iglesia. Pero lo
que me produjo terror fue la cantidad de cuerpos que se desperdigaban por el
suelo, algunos no eran más que brazos roídos con el hueso a la vista pero otros
eran cuerpos enteros y putrefactos que bajo nuestro asombro comenzaron a
levantarse.
-¡Hostia puta, estamos
rodeados!-Gritó Zaruvin mientras comenzó a disparar como un loco.
Los disparos apenas podían mantener
a raya a aquellos seres que avanzaban impasibles ante nuestros ataques. Pude
acertar a un par de ellos en la cabeza pero eran demasiados, conseguimos
escaparnos corriendo en dirección al camino por el que habíamos llegado pero
había más de esas bestias y nos escurrimos entre unas cuadras. Entonces noté el
hedor de la muerte en mi cara y pude ver el rostro de aquellos seres junto a
mí, un ruido ensordecedor hizo que mis oídos pitaran y noté como mi cabeza se
llenaba de los sesos de aquel ser cuya cabeza había reventado. Vi junto a mi a
uno de los reclutas cuyo nombre la edad no me deja recordar con la pistola aún
humeante en su mano, aquel hombre me había salvado la vida pero yo no pude
hacer nada cuando dos de aquellas bestias se abalanzaron sobre él para comerse
sus entrañas. Chapayev me cogió del brazo obligándome a avanzar, dejando morir
a mi salvador.
-¡Vayamos por aquí, bajemos la
colina entro los árboles!-Exclamó Vassili mientras señalaba un terraplén que
nacía donde moría la aldea.
Vassili saltó y salió corriendo
cuesta abajo, los otros le seguimos y yo esperé a que saltara el último de los
reclutas, pero aquellos seres se multiplicaban y uno de ellos le cogió del
brazo, Chapayev disparó un par de veces con su pistola pero fue inútil. Así al
chico de la otra mano pero aquellos seres lo agarraban con gran fuerza, yo no
quería dejar morir a otro compañero así que seguí tirando con todas mis
fuerzas. Finalmente conseguí coger al chico que se debatía entre la vida o la
muerte, aquellos seres le había comido parte del brazo mientras que sus tripas
colgaba de una terrible herida en el tronco.
Salí corriendo tras las sombras de
mis compañeros aún con lágrimas en los ojos, no pude evitar caerme un par de
veces pero conseguí llegar al camino, donde ellos esperaban. En el alto veía
con temor aquella aldea maldita, cuyos lamentos inundaban la noche, Chapayev me
dio una palmada en el hombro.
-¿Te han mordido?-Luego extendió la
pregunta.-¿Os han mordido a alguno?
Zaruvin y yo negamos con la cabeza,
pero Vassili no hizo gesto alguno, le miramos fijamente y sin decir palabra se
subió la pernera del pantalón que se encontraba hecha jirones, pudimos ver como
su pierna mostraba numerosos mordiscos que dejaban entrever el hueso. Él era mi
amigo, mi fiel compañero, nos abrazó uno por uno con lágrimas en los ojos y
allí le dejamos sentado en el camino con su pistola en la mano, apenas habíamos
caminado unos pasos cuando escuchamos un disparo, al girarme pude ver como su
cuerpo sin vida caía desplomado al suelo.
El trayecto de vuelta fue tortuoso,
teníamos los pies llenos de ampollas y nuestra cabeza se debatía entre la
cordura y la locura. Llegamos a la aldea en que habíamos pasado la noche días
atrás y allí descansamos durante unos días hasta que recuperamos las fuerzas
para volver a Iktusk. Recuerdo lo primero que pregunté al encargado de la casa comunal
en cuanto llegué a la aldea.
-¿Dónde está aquel anciano?
-No sé de qué me hablas.-Había
contestado el hombre tratando de disimular.
-Sabes de quien habló, uno de mis
hombres tuvo un incidente con él aquella noche.
-Murió la pasada noche.
Nada más llegar a Iktusk me reuní
con el Major Pushkin, recuerdo su
reacción cuando le conté lo sucedido, el hombre no se sorprendió, ni me tomó
por loco, simplemente encendió su pipa y sirviéndome un vaso de vodka dijo
tranquilamente.
-No tiene nada de qué preocuparse
Sargento, yo me ocuparé de la situación.
A los pocos días fui transferido a
Petrogrado.
Nunca llegué a recuperarme
completamente de aquello, raras son las noches en que no me despierto envuelto
en sudor recordando cuando tuve al horror cara a cara. Supe que Chapayev murió
en la defensa de Stalingrado durante la Gran Guerra Patria y no fue hasta años
más tarde cuando volví a ver a Evgeny Zaruvin en Moscú durante un homenaje a
combatientes de la Guerra Civil. Fue un encuentro extraño, habían pasado muchos
años desde aquel día que ambos habíamos querido olvidar, apenas cruzamos unas
palabras de cortesía pero ninguno dijo nada sobre aquel suceso.
Días después de aquel encuentro
conseguí hacerme con unos antiguos expedientes, eran los oscuros años del
estalinismo y sabía que aquella acción podía dar conmigo en un 'gulag' pero
necesitaba saber que había ocurrido. El Major Pushkin había elaborado un
informe detallado sobre nuestra misión que contaba con mi declaración así como
las de Zaruvin y Chapayev. Según aquellos papeles dos unidades de artillería
habían reducido aquel lugar hasta las cenizas, la propaganda de la época achacó
a aquello a vestigios del “Ejército blanco” que se habían cobrado su venganza
asesinando a sangre a fría a camaradas fieles al bolcheviquismo. Aquella noche
cuando salí de mi despacho en el Ministerio de Defensa, en época tenía el rango
de Polkovnik (Coronel), un hombre me estaba esperando a la puerta.
-Polkovnik Ilyushin.-Me interpeló
aquel hombre haciendo el saludo militar.
-Descanse caballero.-Le ordené y
luego intrigado le pregunté.-¿A qué debo el placer?
El hombre encendió un cigarrillo y
me ofreció otro, el cual rechacé amablemente, luego comenzamos a caminar. Tras
dar un par de caladas el hombre comenzó a hablar de nuevo.
-Sé lo que pasó en 1920, en aquella
aldea en el frente de Irktusk.
Me quedé helado mirándole mientras
el seguía fumando impasible, aspiró un poco más de humo y luego tiró el cigarro
al suelo y me enseño la identificación que le acreditaba como miembro del NKVD,
el temible comisariado del pueblo.
-¿Qué es lo que quiere?-Pregunté
educadamente.
-Que lo olvide.-Respondió el
hombre.
-¿Cómo dice?-Pregunté de nuevo.
-Sé lo que pasó a aquel día, que
vio cosas que no puede explicar y que probablemente nunca olvidará.-Contestó el
hombre impasible mientras se sacaba otro cigarrillo.-Lo mejor es que se olvide
de todo aquello, deme esos documentos.
Saqué los expedientes del maletín
de cuero que llevaba conmigo y se los entregué al enigmático hombre, este me
hizo el saludo militar y se alejó tranquilamente perdiéndose en la noche.
Hace apenas un año que el
tovarishch Zaruvin murió y ahora es a mí a quien la muerte acecha, es por ello
que dejo estas últimas palabras con el fin de que estas palabras nunca queden
en el olvido.
Всего наилучшего Това́рищ. (Mis mejores deseos camaradas)